St Lawrence was a deacon of the Church during the reign of Emperor Valerian in the third century. During this time, the Emperor ordered St. Lawrence, who was the treasurer of the Church, to hand over all her money. St. Lawrence, knowing that the Emperor sought power and wealth, decided to sell everything and give it to the poor. When Emperor Valerian gave St. Lawrence an order to appear before him with all the Church’s wealth, St. Lawrence brought the poor, the sick, and the abandoned into the courtroom. He addressed the Emperor saying that the gold and silver of the Church are those who are the poorest of the poor. Because of this, the Emperor ordered him to be burned alive in public viewing.
In the Parable of the Good Samaritan, we hear of a man who fell victim to robbers. A priest and a Levite pass over him, turning a blind eye to a man in need, yet these two, who are supposed to set an example for all, decide to ignore him and leave him to fend for himself. Yet, we hear of the Good Samaritan, a man whose people are viewed with contempt by the Jewish people, help this poor man in his distress. At times, we are like the priest and the Levite, leaving others to fend for themselves and turning a blind eye to those who are in need around us. But this raises the question: Who is our neighbor? Our neighbor is those who are around the corner, the sick, the elderly, the drug-addicted teen, or a disabled child. Through the New Evangelization initiative, we will be able to work together as a community to help those in need. We ourselves can become the Good Samaritan and provide good examples to those in need. This is the time where we can leave a legacy for the Church of Paterson in the way we can invite others to come to Christ. When we do God’s will, we always walk in the light and avoid darkness in this world. As Archbishop Rino Fisichella wrote “In faith we recognize that God is loving; in charity, it is made evident that Christians are faithful to his word. On the other hand, it cannot be forgotten that the way we treat our brothers and sisters is the way we treat God, and vice-versa.”
San Lorenzo San Lorenzo fue un diácono de la Iglesia durante el reinado del emperador Valeriano en el siglo III. Durante este tiempo, el Emperador ordenó a San Lorenzo, que era el tesorero de la Iglesia, que entregara todo el dinero que tenía. San Lorenzo, sabiendo que el Emperador buscaba poder y riqueza, decidió venderlo todo y dárselo a los pobres. Cuando el emperador Valeriano dio a San Lorenzo una orden de comparecer ante él con toda la riqueza de la Iglesia, San Lorenzo llevó a los pobres, a los enfermos y a los abandonados a la sala de audiencias. Se dirigió al Emperador diciendo que el oro y la plata de la Iglesia son los más pobres entre los pobres. Debido a esto, el Emperador ordenó que lo quemaran vivo ante la mirada de todo el pueblo.
En la parábola del buen samaritano, oímos hablar de un hombre que fue víctima de ladrones. Un sacerdote y un levita pasan por un costado de él, como si esto no fuera con ellos y mirando ahí un hombre necesitado, a pesar de que, estos dos, han de ser un ejemplo para todos, deciden ignorarlo y dejarlo a su suerte. Sin embargo, escuchamos que el buen samaritano, un hombre cuyas personas son vistas con desprecio por el pueblo judío, ayuda a este pobre hombre en su angustia y necesidad de misericordia y así sentir un poco de esperanza para su vida. A veces, somos como el sacerdote y el levita, dejando que otros se valgan por sí mismos y nos hacemos los de la vista gorda con los necesitados que nos rodean. Pero esto plantea la pregunta: ¿Quién es nuestro prójimo? Nuestro prójimo es aquel que están a la vuelta de la esquina, los enfermos, los ancianos, los adolescentes adictos a las drogas o los niños discapacitados. A través de la iniciativa Nueva Evangelización, podremos trabajar juntos como una comunidad para ayudar a los necesitados. Nosotros mismos podemos convertirnos en el buen samaritano y proporcionar buenos ejemplos a los necesitados. Este es el momento en el que podemos dejar un legado a la Iglesia de Paterson en la forma en que podemos invitar a otros a venir a Cristo. Cuando hacemos la voluntad de Dios, siempre caminamos en la luz y evitamos la oscuridad en este mundo. Como afirma el arzobispo Rino Fisichella: “En la fe, reconocemos que Dios está amando; en la caridad, se hace evidente que los cristianos son fieles a su palabra. Por otro lado, no se puede olvidar que la forma en que tratamos a nuestros hermanos y hermanas es la forma en que tratamos a Dios, y viceversa ".