Mark 10:17-30.
There exists a tension between being of this world and the next; between heaven and earth. The great artist Michelangelo captures humanities very longing for heaven, as well as the inner anguish caused by the ever- present feeling as to how far from there we actually are, in his depiction of the Creation of Adam painted on the ceiling of the Sistine Chapel. In this image, God is seen stretching out His finger to grant Adam the spark of life. But the fingers do not touch each other, serving to create a feeling of excited tension in those who gaze upon the image, almost pleading with Adam to reach out just a little further, to try a bit harder. And it is this excited tension that is evidenced in the protagonist of this morning’s Gospel, the rich young man. The young man had come to realize what he longs for most in life, namely heaven, and this epiphany overcomes him with an excitement that impels him to run to Jesus, to fall down at his feet, and to demand to know how he can arrive there. Yet Jesus’ response is anything but emotional. In fact, it is sobering. While Jesus looks at him in love, He demands that the young man move beyond mere emotion and passion and really think about all that it takes to get to heaven. And it is in this response to the young man, that of asking him to give his life in love, that we are given the very essence of the Christian moral life. While we too long for heaven, “something no eye has seen, no ear has heard, something that we have never imagined but that God has prepared for those who love him,” how badly do we really desire to get there? Jesus asks that same last question He posed to the young man to each one of us. Just how badly do we desire heaven? Enough to give our lives in love? The Trappist Monk, Thomas Merton had said: “A life is either spiritual or not spiritual at all. No man can serve two masters. Your life is shaped by the end you live for. You are made in the image of what you desire.” Such a line causes us to pause and to ask ourselves, “What do I live for and how badly do I want to obtain it?” Friends, keep reaching for home, for that is what heaven is! There is nothing more exciting to live for!
Msgr. Geno Sylva
Marcos 10: 17-30/
Existe una tensión entre el ser de este mundo y el otro; entre el cielo y la tierra. El gran artista Miguel Ángel captura a la raza humana que tanto anhela el cielo, así como la angustia interna causada por el sentimiento siempre presente de lo lejos que estamos de ahí realmente, en su representación de la Creación de Adán, pintada en el techo de la Capilla Sixtina. En esta imagen se ve a Dios estirando su dedo para otorgarle a Adán la chispa de la vida. Pero los dedos no se tocan entre sí, lo que sirve para crear una sensación de una emocionante tensión en aquellos que contemplan la imagen, casi suplicando a Adán que haga un esfuerzo y se acerque un poco más. Y es esta emocionante tensión que es evidente en el protagonista del Evangelio de esta mañana, el joven rico. El joven se había dado cuenta de lo que más anhela en la vida, concretamente el cielo, y esta epifanía lo domina con una emoción que lo impulsa a correr hacia Jesús, a caer a sus pies y a exigirle saber cómo puede llegar ahí. Sin embargo, la respuesta de Jesús es otra cosa menos que emotiva. Mientras Jesús lo mira en el amor, Él exige que el joven se mueva más allá de la mera emoción y la pasión y realmente piense en todo lo que se necesita para llegar al cielo. Y es en esta respuesta al joven, que al pedirle que dé su vida en el amor, se nos da la misma esencia de la vida moral cristiana. Mientras nosotros también anhelamos el cielo, "algo que ningún ojo ha visto, ningún oído ha oído, algo que nunca imaginamos pero que Dios ha preparado para los que lo aman", en realidad, ¿qué tan desesperadamente deseamos llegar? Jesús hace esa misma pregunta que le hizo al joven, a cada uno de nosotros: ¿Qué tan desesperadamente deseamos el cielo? ¿Lo suficientemente para dar nuestras vidas en el amor? El monje trapense, Thomas Merton, ha dicho: “Una vida es espiritual o, no lo es espiritual en absoluto. Ningún hombre puede servir a dos amos. Tu vida está formada por el fin por el que vives. Estás hecho a imagen de lo que deseas”. Esa línea nos hace detenernos y preguntarnos: “¿Para qué vivo y cuánto deseo obtenerlo?” ¡Amigos, sigan anhelando el hogar, eso es lo que es el cielo! ¡No hay nada más emocionante que vivir por el!
Msgr. Geno Sylva